martes, 28 de agosto de 2012

esquimales en el tejado

hay un esquimal en el tejado esperando, arpón en mano, a que pase una ballena, pero éstas son lo suficiente listas como para nunca pasar cuando él está mirando.
Una le pregunta a la otra:
-¿Cuándo se dará cuenta de que las ballenas vivimos en el mar?
-Menudo idiota- Contestó la segunda -y con este calor... cuidado, que se vuelve hacia aquí.

Mientras, los piratas de Bach suben por las cuerdas del violín al grito de: ¡contrapunto! ¡contrapunto! En el momento en que, tras otro paso de ballena, el elefante, de dos pedaladas, ya ha cubierto la distancia entre Tetuán y Algeciras.

La ola resultante arrojó al suelo a todos los mirones, que se quedaron en escuchones cuando el salitre les irritó los ojos.
- ¡Espera!- Dijo la pantera -¡Llévame contigo!¡No puedo quedarme más tiempo tumbada como un gato doméstico! ¡Desde aquí no se ve la jungla, sólo antenas y escafandras!
Pero en mi aeroplano de dos plazas sólo había sitio para seis, así que... ¿Por qué no?
- Sólo con una condición, nunca vuelvas a conformarte, nunca vuelvas a ser quien no quieres ser, nunca te dejes engañar por el sofá y ese aparato cuadrado que suelta luces y sonido...¿Cómo se llamaba?...
ah, si, Rutina.
Una tormenta no es más que un alfil a d-4, tengo caballos para enfrentarla, y en la manga una reina negra con la que nadie contaba.
-¿Estás rota?- La pantera lo miró, sorprendida. - Ni por asomo, estoy perfectamente.- Dijo mientras se tapaba la grieta con la pata.
-Tranquila, no es malo estar roto, hay cosas rotas que siguen teniendo mucho encanto, mira el coliseo de roma.
-Hola encanto- Dijo el coliseo- Hola coliseo- Dijo el encanto.

domingo, 19 de agosto de 2012

disculpe, pero no.


Disculpe señor, pero no voy a arrodillarme.
Hoy no, no voy a obedecer, no voy a agachar la cabeza.
No hoy, hoy mis ojos estarán a la altura de los suyos
Por mi bien o por mi mal, su decisión no es la mía
Sus órdenes no son mis deseos, no arquearé la espalda hoy.
Míreme, si es que se atreve.
Míreme a los ojos y hábleme de su derecho a gobernarme,
De ese mecanismo perfecto.
Dígame que sus barrotes de papel y tinta aguantarán la marea
Que no se pudrirán bajo las olas, que no se torcerán sus designios.
Míreme y dígame que no soy libre, y entonces míreme marcharme
Y siga mirándome mientras me alejo yo
Y todos los que hemos entendido ya que este guión no es el nuestro.
Y entonces podrá usted pedirle a las piedras, al polvo que se arrodille.