lunes, 25 de abril de 2011

Música

Sucede a veces que la música va más allá de su función básica para alcanzar nuevas dimensiones, dependemos a menudo de ella, necesitamos gritar sus acordes y sus versos para sentirnos realmente como nos creemos sentir, y no estamos muy seguros si es la música la que nos hace sentir o somos nosotros los que ponemos sentimiento a la música.
tenemos una condición irremediablemente dependiente algunos seres humanos, y, en mi caso, estoy orgulloso de ello. Porque no hay nadie mejor que aquel que prefiere unas buenas notas al ruido vacío de las monedas cayendo en el bolsillo o al parloteo incesante de cualquier estrellucha de poca monta.

Prefiero depender del ritmo, del compás y la armonía que del reconocimiento, la fama y la moneda.

jueves, 21 de abril de 2011

No te vayas todavía.

¿Os he contado alguna vez la historia de cómo un último beso pudo salvarme la vida?

Bueno, ocurrió hace algún tiempo, yo estaba con ella aquella noche, ella no supo decírmelo pero quería que me quedara con ella, yo no podía, y ella lo sabía, por lo que cuando me iba a despedir, únicamente me dijo:

"No te vayas... todavía"

Como comprenderéis me era imposible despedirme en aquel momento, aunque hubiera querido, esa forma suya de decirlo me hizo quedarme un rato más, un último rato de charla, un último beso...

Y entonces nos despedimos.

Y conduciendo de camino a mi casa vi una luz roja en el suelo, era un semáforo tumbado. Más adelante, unas marcas de neumáticos llevaban hasta un muro donde había un agujero, salí del coche asustado pensando en qué me encontraría dentro, pero no había nada.

Confuso, miré alrededor, algunos paseantes nocturnos me miraban con recelo, incluso una anciana estaba asomada a su balcón.

Me resigné y seguí mi camino, pero más adelante había más marcas de neumáticos, cascotes y cristales rotos, durante todo mi camino a casa. La policía estaba en mi calle.

tras aparcar, quise acercarme disimuladamente para ver qué estaba pasando, y allí estaba el coche destrozado, cubierto de trozos de ladrillos y con la parte delantera hecha añicos, la mujer que estaba junto a él parecía indemne, y tuvo suerte, porque había arrollado un semáforo, se había empotrado contra una pared, y había continuado por el mismo camino que después había recorrido yo hasta que la policía la detuvo.

¿Y qué tiene que ver eso con ese último beso?

Quizás nada realmente, pero todo eso ocurrió unos cuarenta minutos antes de que yo llegara. Aproximadamente el tiempo que dedicamos ella y yo a esa despedida. Quizás no, pero si me hubiera ido en el primer momento, quizás me hubiera visto involucrado en todo aquello, sólo quizás, me hubiera cruzado en el camino de ese coche descontrolado, y no sé lo que quizás hubiera pasado entonces.

Ahora, mi consejo es:

Quedaos siempre un rato más, sólo un rato, una última charla, un beso, con la gente que os quiere bien. Quién sabe, puede que os estén salvando la vida.

martes, 12 de abril de 2011

echar de menos

Ayer fué ese día.

Ayer quise volver, quise activar mi reactor de emergencia y salir disparado durante quince minutos de vuelta. Quería volver a cada puerta, a cada casa, a mi casa.

Quería agarrar por los brazos a toda esa gente una por una, apretarles fuerte, llorar quizás.

Quise sentarme a mi mesa, correr por mi orilla, jugar con mis olas. Sentir mi sol, no cualquiera, el mío.

y sin decir palabra volver a marcharme, tal vez dejando alguna carta o alguna postal por el camino.

Ayer estuve a punto de levantar el vuelo gracias al simple deseo de volver.

Porque ayer lo eché de menos.