domingo, 2 de marzo de 2014

Porque yo sé que te haces la loca.



Revisamos tus abanicos una y otra vez, me regalas alguno para compararlo con los que te quedan, negociamos y siempre llegamos a algún acuerdo.

Mientras tú quieres irte a la vez que te quieres quedar, simulas que no recuerdas, haces como si no te reconocieras en el espejo. En casa todos bailamos a tu son, pero tú a mi no me engañas, sabes lo que te haces, por eso no me cansaré de decirte lo guapa que estás, y te guiñaré un ojo para que sepas que sé que te haces la loca, la despistada, pero que cuando no miramos nos miras orgullosa sabiendo que tienes a las mejores hijas del mundo, y que tus nietos hacemos lo que podemos. Yo sé que ese es tu juego, que te cansaste de ser mayor y decidiste ser niña de nuevo, para darnos una lección a todos sobre lo simple que puede ser.

Por eso, entre frase y frase te escondo un “te quiero” y descubro de nuevo esos pendientes tan bonitos que llevas por primera vez. Últimamente estás más feliz y más guapa que nunca, aunque la foto no te consiga hacer justicia.

Prometo no decírselo a nadie, este secreto se queda entre tú y yo.


El hijo de la novia

domingo, 23 de febrero de 2014

Una Orden sencilla.



El Sr. Álvarez, ciudadano ejemplar, padre de tres hijos y miembro desde hacía doce años de la policía nacional, se disponía a asistir a su jornada laboral con la total normalidad con la que lo hacía todos los días.
-Hoy deberán ir a la Av. Plutarco nº 23, acompañando al Sr. Ruipérez, abogado del bufete Marcs e hijos, para realizar un desahucio de una vivienda propiedad del Banco Umbría interestatal.
La orden era de lo más sencilla, acuden, sacan a las personas de las casas evitando dentro de lo posible el uso de la violencia y cierran el lugar con la cooperación de un cerrajero que instalará una nueva cerradura.
El Sr. Ruipérez fue puntual, así como sus compañeros del cuerpo. Por supuesto los más puntuales fueron los inquilinos, o más bien los ex inquilinos, que se encontraban, pese a los titulares de los periódicos y los telediarios, dignamente con sus pertenencias empacadas y listos para salir. Dos mujeres, un hombre,  cuatro hijos, dos adolescentes uno de diez años y uno de apenas cinco. Desfilaron saliendo uno a uno por la puerta mientras el abogado, fiel a su oficio, tomaba nota de todos los detalles, especialmente desperfectos en la residencia.

Sin embargo, mientras todos esperaban a que los recogiera un familiar, El Sr. Álvarez se quedó con ellos para asegurar que no hubiera problemas. Entonces, en ese momento, la más pequeña, que era una niña, se le acercó y levantando una mano con la palma hacia arriba preguntó: - nos tenemos que ir, ¿no?- el Sr. Álvarez, que tenía buena mano con los niños, respondió:- Si cielo, hay unos hombres que dicen que esa casa es suya.- A lo que la niña dijo:
 -Pero ¿por qué?
El Sr. Álvarez pensó en hablarle de las hipotecas, o de la inflación, del paro, la burbuja inmobiliaria, que habían vivido por encima de sus posibilidades, que todos tenían que apretarse el cinturón, la crisis… Pero lo cierto es que en ese instante, toda esa parafernalia le resultó superflua y absurda, por lo que se limitó a responder con un:
- No lo sé pequeña.
La mitad de la familia se marchó en un Ford fiesta antiguo, mientras que los adolescentes y una de las mujeres fueron a la parada del autobús. El Sr. Álvarez se dispuso a volver a sus quehaceres, supervisaron el cambio de cerradura y todo transcurrió con normalidad, pero el interrogante martilleaba en su cabeza como un pájaro carpintero, tanto fue así que no pudo más que, justo antes de marcharse, frente al Sr. Ruipérez, planteó la pregunta.
- Disculpe, pero he estado pensando… yo no quiero que me malinterprete ni nada, pero… todo esto que hacemos… ¿por qué lo hacemos?
-Pues mire usted, la casa pertenece al banco ahora…
-Hombre, ya lo sé, pero ya pertenecía antes, y esta gente estaba viviendo ahí, aún así lo que yo le pregunto es, ¿Por qué lo hacemos?
La mente del Sr. Ruipérez empezó un discurso de licenciado basado en la ley de propiedad y en los términos del contrato que la familia firmó con su hipoteca, sin embargo se dio cuenta de que él mismo no aprobaba este tipo de actos, su yo ciudadano, su yo social, en fin, el ser humano, pensó que el discurso no tenía demasiado sentido si él mismo no se lo creía, por lo que optó por una respuesta similar a la que diera el Sr. Álvarez. Con lo que se despidieron y se fueron todos con ese interrogante simple y corto, pero que dio mucho que pensar a un abogado y a una cuadrilla de la policía nacional.
Lo que ocurrió a continuación fue más propio de una pandemia que de una pregunta. El Sr. Álvarez se la planteó a su comisario, éste a su superior directo y así fue la pregunta sin respuesta pasando hasta que llegó al ministro de interior. Pero no se quedó ahí, sino que del Sr. Ruipérez pasó un directivo del bufete, de éste a un representante de la entidad Bancaria, de éste a los directivos regionales, de éstos a los directivos centrales y de ahí al presidente.
La duda corrió como la pólvora y uno a uno, los infectados, a base de preguntarse se dieron cuenta de algo que hacía tiempo habían olvidado, se acordaron de su propia humanidad.
Los bancos a nivel internacional cambiaron su política, sin dejar de obtener beneficios, facilitaron el pago de las deudas a los deudores, lo que mejoró la situación general rápidamente, cesó la especulación y la brecha entre ricos y pobres se redujo en muy pocos años. Así mismo, el gobierno, a través de una propuesta del ministerio de interior, cambió su política y se generó una corriente de protección al ciudadano y de participación que desembocó en un sistema democrático participativo, que se expandió a otros países y generaron una nueva era de diálogo entre naciones que culminó en el cumplimiento de todos los objetivos propuestos años atrás en convenciones y tratados.
Sin embargo, la realidad es que en algún punto de esa cadena, alguien, como respuesta a la pregunta -¿Por qué?- Respondió
– Por dinero.
Y los que preguntaron aceptaron dicha respuesta como legítima, con lo que todo continuó exactamente igual que estaba.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Yo os convoco



Yo os convoco, superhéroes, camiones, caballos, piratas, coches de carreras, luces que vuelan, trucos de magia, películas de pelos de punta, yo os convoco, manos, labios, curvas de un cuerpo apacible y vibrante, espadas, osos de peluche, postales, amuletos, días de lluvia, chubasquero, relámpagos, sábana y linterna, convoco a todos los cuentos, a todas las fábulas, a todas las historias.

Tenéis que estar ahí, siempre, tenéis que recordar a la gente lo importante que es la pasión, la emoción, la carcajada... Tenéis que recordarles que somos enormes monstruos peludos luchando por un palo de madera, que somos amantes deseando únicamente besar cada último rincón el uno del otro, por eso yo os convoco.

Música, walkie-talkies, masajes, árboles y el susurro del arroyo, baile, voz, grito de guerra, viaje, bolas de barro, juegos, de todo tipo, trozos de madera y de tela que se convierten en cualquier cosa, cajas de cartón, narices rojas, verdes y de cualquier color, risas, chocolate, velocidad, viento en la cara, susurro, abrazo.

Dadnos lo que mejor sabéis, despertadles, llenad de vida esas cabezas gachas, haced que tiemblen de puro nervio, de pura excitación.

Acudid, acudid a mi llamada, porque tenemos una importante tarea, hay que dejar de intentar dar luz a este mundo, luz mortecina, igual para todos. Hemos venido para algo mucho más importante, estamos aquí para darle color.

Ven timbal, ven pistola de agua, ven cofre, ven cuerda, venid porque madurar no puede significar perder la ilusión, no puede significar hacerse gris y contar minutos. Vamos, vamos a hacernos pequeños, a hacernos gigantes, y dejemos que nuestra risa estremezca las conciencias de los que nos digan que no merece la pena.

Porque yo elijo la vida, no la supervivencia.

sábado, 11 de enero de 2014

hacerme mayor, pero nunca viejo

¿Que por qué hago esto? porque quiero hacerme mayor, con mis achaques y mis manías, sentado tranquilamente a la entrada de una casa de cualquier condición, de cualquier tamaño. Lento, errático y dubitativo. Lo hago porque quiero contar historias sobre viajes, peligros, encuentros, desencuentros y locuras de amor y locuras de pura locura. Pero sobre todo, quiero que todas esas historias sean rigurosamente ciertas.