El Sr. Álvarez, ciudadano
ejemplar, padre de tres hijos y miembro desde hacía doce años de la policía
nacional, se disponía a asistir a su jornada laboral con la total normalidad
con la que lo hacía todos los días.
-Hoy deberán ir a la Av. Plutarco nº 23, acompañando al Sr. Ruipérez, abogado
del bufete Marcs e hijos, para realizar un desahucio de una vivienda propiedad
del Banco Umbría interestatal.
La orden era de lo más
sencilla, acuden, sacan a las personas de las casas evitando dentro de lo
posible el uso de la violencia y cierran el lugar con la cooperación de un
cerrajero que instalará una nueva cerradura.
El Sr. Ruipérez fue puntual,
así como sus compañeros del cuerpo. Por supuesto los más puntuales fueron los
inquilinos, o más bien los ex inquilinos, que se encontraban, pese a los
titulares de los periódicos y los telediarios, dignamente con sus pertenencias
empacadas y listos para salir. Dos mujeres, un hombre, cuatro hijos, dos adolescentes uno de diez
años y uno de apenas cinco. Desfilaron saliendo uno a uno por la puerta
mientras el abogado, fiel a su oficio, tomaba nota de todos los detalles,
especialmente desperfectos en la residencia.
Sin embargo, mientras todos esperaban a que los recogiera un familiar, El Sr.
Álvarez se quedó con ellos para asegurar que no hubiera problemas. Entonces, en
ese momento, la más pequeña, que era una niña, se le acercó y levantando una
mano con la palma hacia arriba preguntó: - nos tenemos que ir, ¿no?- el Sr.
Álvarez, que tenía buena mano con los niños, respondió:- Si cielo, hay unos
hombres que dicen que esa casa es suya.- A lo que la niña dijo:
-Pero ¿por qué?
El Sr. Álvarez pensó en
hablarle de las hipotecas, o de la inflación, del paro, la burbuja inmobiliaria,
que habían vivido por encima de sus posibilidades, que todos tenían que apretarse
el cinturón, la crisis… Pero lo cierto es que en ese instante, toda esa
parafernalia le resultó superflua y absurda, por lo que se limitó a responder
con un:
- No lo sé pequeña.
La mitad de la familia se
marchó en un Ford fiesta antiguo, mientras que los adolescentes y una de las
mujeres fueron a la parada del autobús. El Sr. Álvarez se dispuso a volver a
sus quehaceres, supervisaron el cambio de cerradura y todo transcurrió con
normalidad, pero el interrogante martilleaba en su cabeza como un pájaro
carpintero, tanto fue así que no pudo más que, justo antes de marcharse, frente
al Sr. Ruipérez, planteó la pregunta.
- Disculpe, pero he estado pensando… yo no quiero que me malinterprete ni nada,
pero… todo esto que hacemos… ¿por qué lo hacemos?
-Pues mire usted, la casa pertenece al banco ahora…
-Hombre, ya lo sé, pero ya pertenecía antes, y esta gente estaba viviendo ahí,
aún así lo que yo le pregunto es, ¿Por qué lo hacemos?
La mente del Sr. Ruipérez
empezó un discurso de licenciado basado en la ley de propiedad y en los
términos del contrato que la familia firmó con su hipoteca, sin embargo se dio cuenta
de que él mismo no aprobaba este tipo de actos, su yo ciudadano, su yo social,
en fin, el ser humano, pensó que el discurso no tenía demasiado sentido si él
mismo no se lo creía, por lo que optó por una respuesta similar a la que diera
el Sr. Álvarez. Con lo que se despidieron y se fueron todos con ese
interrogante simple y corto, pero que dio mucho que pensar a un abogado y a una
cuadrilla de la policía nacional.
Lo que ocurrió a
continuación fue más propio de una pandemia que de una pregunta. El Sr. Álvarez
se la planteó a su comisario, éste a su superior directo y así fue la pregunta
sin respuesta pasando hasta que llegó al ministro de interior. Pero no se quedó
ahí, sino que del Sr. Ruipérez pasó un directivo del bufete, de éste a un
representante de la entidad Bancaria, de éste a los directivos regionales, de
éstos a los directivos centrales y de ahí al presidente.
La duda corrió como la
pólvora y uno a uno, los infectados, a base de preguntarse se dieron cuenta de
algo que hacía tiempo habían olvidado, se acordaron de su propia humanidad.
Los bancos a nivel
internacional cambiaron su política, sin dejar de obtener beneficios,
facilitaron el pago de las deudas a los deudores, lo que mejoró la situación
general rápidamente, cesó la especulación y la brecha entre ricos y pobres se
redujo en muy pocos años. Así mismo, el gobierno, a través de una propuesta del
ministerio de interior, cambió su política y se generó una corriente de
protección al ciudadano y de participación que desembocó en un sistema
democrático participativo, que se expandió a otros países y generaron una nueva
era de diálogo entre naciones que culminó en el cumplimiento de todos los
objetivos propuestos años atrás en convenciones y tratados.
Sin embargo, la realidad
es que en algún punto de esa cadena, alguien, como respuesta a la pregunta -¿Por
qué?- Respondió
– Por dinero.
Y los que preguntaron
aceptaron dicha respuesta como legítima, con lo que todo continuó exactamente igual
que estaba.