domingo, 30 de enero de 2011

sinestesia.

La sinestesia, del griego συν, 'junto', y αισθησία, 'sensación', es, en retórica, estilística y en neurología, la mezcla de varios sentidos.
Ocurre cuando, fuera de cualquier tipo de metáfora, una persona es capaz de saborear una palabra, escuchar un color o tocar una letra o un sonido. No es un recurso poético, sino que se refiere a una realidad sensible.

Mi sinestesia particular me asalta cuando el Jazz recorre cada poro de mi piel.

No soy músico, nisiquiera soy capaz de coordinar las dos manos a la vez para marcar un ritmo, y no entiendo los entresijos que hacen funcionar esa gran maquinaria que es una big band, pero cuando empieza el concierto el trombón y el bajo te zarandean como un cuerpo que se aprieta contra el tuyo y te mece en un baibén intenso, casi erótico, que te va poniendo a tono. La guitarra eléctrica baila contigo, te lleva y te trae a su antojo sin que nisiquiera te levantes del asiento, el clarinete es más pícaro, te busca los puntos mas sensibles y juguetea con ellos para hacerte retorcer con ese tipo de cosquillas que no quieres que paren durante demasiado tiempo. Pero sin duda el súmun es el saxofón, que se pasea con manos hábiles por todo el torso y la espalda, te recorre con intensidad los hombros y te pone los pelos de punta cuando te alcanza el cuello y ejerce la presión justa con una boca invisible.

Sinceramente, espero que el Jazz sea mujer, porque si no voy a tener que replantearme mi orientación sexual.

martes, 25 de enero de 2011

brujas


La enorme pared de piedra proyecta las sombras de la caverna como grotescas figuras sacadas de las pesadillas de los niños.
La luz del fuego las hace danzar, mientras sus dueñas, las infames brujas del páramo, se arremolinan en torno al caldero en sus terribles quehaceres. Estas retorcidas criaturas viven de los deseos ajenos, los asimilan, los hacen realidad y los corrompen. Se alimentan de ellos y consiguen así el poder para mantener con vida sus achacosos huesos y realizar sus grotescos conjuros. Poderosos parásitos que viven de las leyendas y los sueños de los mortales.
-¿quién anda ahí?
Los ojos de la anciana observaban la oscuridad.
-Podemos olerte, apetitoso, podemos sentirte… sal de tu escondite para que además podamos verte…
Las cuatro vaporeas hechiceras centraron su atención en la oscuridad de la caverna, durante un instante sólo se escuchó el crepitar del fuego y el burbujear del caldero por respuesta.
-No tengas miedo… no vamos a hacerte daño, ¿verdad hermanas?
Los rostros de las cuatro se suavizaron y se enmascararon en la apariencia de cuatro dóciles y venerables amas de cría.
Entonces de la oscuridad apareció el viajero, vestía botas altas, chaqueta de viaje y pantalones bombachos de color verde oscuro. Con paso cauteloso se acercó al grupo aunque siempre mantuvo una distancia prudencial.
Las brujas estallaron en estridentes carcajadas, volaron por los aires y se arremolinaron como jirones de niebla alrededor del visitante. Le hostigaban, intentaban tocarle, le gruñían y lanzaban dentelladas en su dirección, pero en ningún momento llegaban a tocarle.
-Hace mucho tiempo que no vemos carne joven, ¿verdad hermanas? Sangre fresca, sueños frescos, tenemos sed.
-Sí, tenemos mucha sed.
El viajero apenas se movió, permaneció en silencio, y las brujas dieron muestras de impacientarse.
-¿Para qué ha venido hermana?
- ¡Eso, que nos lo diga!
-¿Quieres nuestro poder? ¿Quieres que hagamos posible ese sueño con el que pasas todas las noches en vela? Si, hermanas, es otro necio buscando un milagro. Nosotras te lo daremos.
-Te equivocas.
Una media sonrisa se dibujó en el rostro del extraño.
-No he venido a pediros un favor, he venido a haceros una advertencia.
Las brujas volvieron a reír, escupiendo esputos y otras cosas desagradables al tiempo que se retorcían en su propia histeria.
-¿En serio piensas que puedes exigirnos algo a nosotras?
-¿Quién eres tú para hablar así a nosotras?
Los rostros dejaron de parecer amables o divertidos para volverse terribles, cuencas vacías por ojos e hileras de colmillos recorridos por una lengua bífida se transformaban a escasos centímetros de los ojos del visitante.
-Yo soy el narrador de esta historia, viejas.
La sala estalló en un rugido tremendo, las brujas se apretaron contra la pared opuesta justo cuando de la oscuridad surgió una terrible multitud de campesinos, hombres y mujeres hoscos armados con antorchas y herramientas de labranza.
-Schicken Sie zur Hölle!
Bramó la multitud, cuando de súbito todos estallaron transformados en millones de mariposas nocturnas que se desvanecieron en el aire en pequeñas nuvecitas de humo.
Una quinta bruja, joven, seductora y oscura como el évano se dibujó entre las sombras de sus temblorosas hermanas y se impuso al visitante en todo su terrible esplendor.
-Niñato engreído, ¿de verdad crees que puedes reducir nuestro poder tan fácilmente?
-Sólo he venido a avisaros, dejad de atormentar a los que os dan la vida, vosotras existís porque nosotros os hemos creado, de igual manera podemos destruiros. Somos los creadores, los que escribimos vuestras historias, debéis tenernos miedo.
-Llevamos siglos, milenios existiendo. Desde el primer niño de la creación temió nuestros designios, y el último hombre sobre la tierra nos pedirá desesperado que obremos el milagro, como tantas veces lo habéis hecho. Sois fugaces, déviles, nosotras somos eternas.
-Te equivocas.
Las brujas ancianas empezaron a retorcerse de dolor, sus cuerpos se retorcieron y sus manos se extendieron tomando la forma de largas ramas de saúco, poco a poco, se convertían en árboles.
La quinta bruja corrió hacia el caldero, hundió sus pálidas manos en el brubujeante líquido y una niebla roja y púrpura lo envolvió todo para retirarse en un instante, sus hermanas volvían a tener su apariencia anterior.
Luego señaló al forastero con un dedo perfecto y ensangrentado de modo que decenas de alimañas aladas salidas de la nada se avalanzaron sobre él, calledo acto seguido todas al suelo envueltas en llamas.
La bruja se incorporó, recuperó su elegante postura y se limpió las manos, ahora una sonrisa se dibujaba en sus carnosos labios.
-Está bien, de acuerdo, quizás podamos llegar a un trato.

domingo, 23 de enero de 2011

érase una vez un silencio.

Esta es la historia corriente, simple, y sencilla de algo tan cotidiano y tan común como puede serlo cualquier otra cosa cotidiana y común.
Lo han llamado de muchas maneras: asesino de palabras, espina incómoda, enemigo a evitar, mal menor, mal augurio… yo lo llamo simplemente silencio.
Pues resulta que un día silencio, cansado de vivir apartado del bullicio de las grandes ciudades, decidió instalarse entre dos personas, eligió a dos que se quisieran mucho, un padre y un hijo, con la esperanza de recibir el calor que ellos se daban.
Poco a poco vio cómo ambos se distanciaban, se marchitaban, apartaban la mirada y evitaban el trato del uno con el otro, por lo que al final decidió marcharse, mientras un “te quiero” sonaba al otro lado de la puerta recién cerrada.
“a lo mejor los amantes son más constantes en sus relaciones” pensó silencio. Y allí que fue a buscar a la pareja más cálida que pudo encontrar. Él era alto, moreno, de anchos hombros y manos trabajadoras, no demasiado inteligente, pero bueno de corazón. Ella era pequeña y frágil, viva, animada, y aunque un poco ingenua, auténtica en sus sentimientos.
Se acurrucó entre los dos, expectante, les abrazó para sentir el calor en aquel invierno tan frío, pero pronto llegaron otros. Celos, desconfianza, amargura y rencor se le unieron y pronto fueron tantos los que abarrotaban el pequeño piso de la pareja, que ella decidió marcharse.
Silencio aprovechó el instante para huir, y no se volvió para mirar atrás cuando la voz de él pronunció un: “Lo siento, por favor, quédate conmigo”.
Perdió de vista a los demás, y se encontró a sí mismo bajo la lluvia como un perro abandonado buscando algún ser humano al que acercarse.
Entonces vio a la chica pelirroja, empapada, temblorosa, con la cara hundida en las manos y cientos de papeles mojados esparcidos por el suelo. Se quedó junto a ella, pero no le ayudó en nada, sólo acentuaba su lamentable estado. Y a punto estuvo de irse cuando una mano lo agarró y lo convirtió en bufanda, en paraguas, que cubrieron a la chica pelirroja. Ella alzó la vista y vio al señor mayor que la miraba con cara de viejo sauce y le tendía una mano cristalina y huesuda, pero firme como una raíz. Ella la tomó, y poco a poco se levantó. Juntos fueron a un café cercano.
Con una taza humeante de chocolate en las manos ambos entraron en calor. Él se quemó la lengua sin querer e hizo una mueca rara, ella rió tímidamente sin hacer ruido. Se miraron, sonrieron, tomaron chocolate y volvieron a sonreír durante horas, a veces ella se perdía en su propio interior, pero él esperaba paciente al siguiente sorbo de chocolate.
Silencio estaba atónito, contempló cómo al salir del lugar ella abrazó el cuerpo encorvado y achacoso de él, y silencio se sintió parte de aquello, tan feliz, que no le importó que su último instante, el momento de su muerte, de su despedida, se bordara con un profundo y sincero “Gracias”.

domingo, 16 de enero de 2011

sobre mi maleta.

Una vez que se me han acabado los trucos, los pañuelos en la manga, las palomas blancas. Cuando los artificios ya están de más, y por dignidad ya no repito el juego de la moneda, entonces me encuentro a mí mismo sentado sobre mi maleta junto al camino, esperando al carromato que me lleve al siguiente pueblo, a la siguiente actuación. Otro país, otra gente, otro idioma.

Entonces uno echa la vista atrás y se sigue a sí mismo en su propia historia rebobinada, y en su transcurso, se escapan sonrisas fugaces y lagrimillas aún más furtivas. Mil perdones que nunca se dijeron y cada detalle, cada momento, guardado como un tesoro.

"La gente a la que queremos siempre se viene con nosotros" si, no me voy solo, aunque pueda parecerlo.

ya suenan las ruedas a lo lejos, me pongo de pie y me doy cuenta de que tengo los zapatos agujereados. "aún me servirán para algunos kilómetros más".

Bueno, supongo que es el sino de las aves de paso. Ahora toca atusarse las plumas y abrigarse bien, que el camino es largo.

martes, 11 de enero de 2011

la hora de los valientes

el 5 de junio de 1989, un joven desconocido detuvo él solo a una compañía mecanizada completa del ejército chino durante barios minutos armado con un par de bolsas de la compra.

En el año 1552, la reina de escocia, María Estuardo, tras haber sido prendida por la reina isabel de inglaterra y llevada a su presencia, Declaró su inocencia hasta el final y se enfrentó a Isabel poco antes de ser ejecutada en el cadalso por traición.

Lucía, de dieciocho años de edad, sale a la calle por primera vez desde que su novio le asestara una brutal paliza que le rompió la nariz y le hizo perder audición en el oído izquierdo. Quiere retomar su vida.

Sara, de veinticinco años, tras asistir a los últimos momentos de Aurora, una niña enferma de cáncer a la que quería como a una hermana, es capaz de sonreir frente a la gente que le quiere a pesar del dolor.

Dereck Redmond, atleta olímpico de barcelona 92, favorito en su especialidad, sufrió una lesión durante la prueba de 400 metros que lo detuvo enmedio de la pista. Mientras todos le decían que parara, él siguió corriendo maltrecho apoyado en el hombro de su padre: "Apártense, es mi hijo" decía este último. Juntos terminaron la carrera.

Algunas de estas historias son ciertas, otras no, algunas son famosas, otras no, pero todas dan el mismo mensaje:

El valor, la dignidad humana está por encima de cualquier derrota, daño o humillación. Desde el que detiene a un ejército o la que enfrenta a la muerte con dignidad, hasta aquella que recoje sus pedazos para vivir su vida en paz, para seguir adelante.
Las víctimas, los déviles son los que más saben del valor. Es sencillo ser valiente cuando se es fuerte, incluso invulnerable. Pero cuando eres pequeño, frágil y vulnerable, cuando sabes que eres tú el que va a ser dañado, entonces es cuando un acto de valor adquiere todo su significado e inspira a otros a ser mejores.

Este post va dedicado a todos esos Héroes, a los que admira el mundo entero, y a los que se ganan la admiración de su familia, sus hijos, sus amigos o sus conocidos.

Gracias por ser valientes.

sábado, 8 de enero de 2011

Más humanos

¿qué provabilidad hay de conectar? hacerlo de un modo contínuo, duradero, cambiante y brillante, de sentirse parte del otro sin perder el fuelle. De entontrar la mirada que te sigue, silenciosa, furtiva, esperando a que sueltes un "vente conmigo" o un "quédate".

¿qué provabilidad hay de que esa mirada se dé exactamente en el instante en el que tú estás dispuesto a hablar? o a escuchar, a dejarte guiar.

Poco, mucho, algo, casi, casi nada...


Cuál es la estadística que mide la posibilidad de hablar, hacerte entender y que otros te entiendan, tienen que darse miles, millones de variables para que u simple concepto llegue limpio a su destinatario. Sin interferencias, llano, sin la posibilidad de ser alterado por las circunstancias. De entre los cientos de sentidos que puede tener una palabra a través de su tono, del medio, de la entonación, del contexto, del código cultural en el que se engloba, hace falta que el destinatario alcance a distinguir el real, el sentido de origen, es prácticamente un milagro.

Sin embargo a veces ocurre, la estadística, esa gran mentira, se rompe, salta en mil pedazos y es eclipsada por una realidad mucho mas grande, mucho mas fuerte, la evidencia de que es posible el entendimiento, como dos personas desnudas que se abrazan sin apenas conocerse, pero sintiendo el latido del otro como lo que es, vida. O como la niña que aparta el rifle con la mano, mientras hace lo mismo apartando el odio sólo con la mirada.
O como las manos ásperas de tierra y madera al sujetar el peso frágil del recién nacido.

Ese tipo de milagros deberían ser los nuevos medios de comunicación.
Posiblemente seríamos más humanos.