No somos príncipes de cuentos de hadas, no somos héroes, no
hemos salido de una novela romántica ni de una historia de las de …y comieron
perdices.
No lo dejamos todo por amor, pero aunque no lo parezca,
amamos, aunque nadie nos vea, a veces lloramos en silencio o reímos y una
descarga eléctrica nos recorre el cuerpo cuando a alguien se le escapa una
carcajada sincera, Deseamos paz, alegría, aunque a veces nos movamos en la
dirección contraria, aunque a veces tengamos miedo.
No somos témpanos de hielo, sólo hogares ocultos, de los que
guardan sus rescoldos para que la intemperie no termine por apagarlos. No
tenemos dragones que matar, pero nuestra lucha nunca cesa. Sentimos el tenernos
que marchar como el que más, aunque al final nos vayamos, aunque nos llame el
cielo abierto y nos perdamos lentamente entre las nubes.
Y a veces nos gustaría poder colgar las alas y descansar,
pero esa vida no está hecha para nosotros, aún no, lo que no significa que no
ame el suelo y a los que en él habitan. No significa que a veces cueste dormir
por las noches porque quizás no fueron suficientes los abrazos y los dedos en
la frente, y las manos en las mejillas, y la lengua en la nariz.
Las aves de paso también tenemos sentimientos, aunque para
nuestra condición sean lastre, es un lastre que nos recuerda que no dejamos de
ser personas.