Revisamos tus abanicos una
y otra vez, me regalas alguno para compararlo con los que te quedan, negociamos
y siempre llegamos a algún acuerdo.
Mientras tú quieres irte
a la vez que te quieres quedar, simulas que no recuerdas, haces como si no te reconocieras en el espejo. En
casa todos bailamos a tu son, pero tú a mi no me engañas, sabes lo que te
haces, por eso no me cansaré de decirte lo guapa que estás, y te guiñaré un ojo
para que sepas que sé que te haces la loca, la despistada, pero que cuando no
miramos nos miras orgullosa sabiendo que tienes a las mejores hijas del mundo,
y que tus nietos hacemos lo que podemos. Yo sé que ese es tu juego, que te
cansaste de ser mayor y decidiste ser niña de nuevo, para darnos una lección a
todos sobre lo simple que puede ser.
Por eso, entre frase y
frase te escondo un “te quiero” y descubro de nuevo esos pendientes tan bonitos
que llevas por primera vez. Últimamente estás más feliz y más guapa que nunca,
aunque la foto no te consiga hacer justicia.
Prometo no decírselo a
nadie, este secreto se queda entre tú y yo.
El hijo de la novia
El hijo de la novia