jueves, 22 de diciembre de 2011

Inmortal


Quizás no sea así, y realmente deseara mantener a flote esos mástiles con todas sus fuerzas, puede que procurando aguas tranquilas una y otra vez haya sido sumergido en tempestades.

Tal vez, después de todo, siempre miró las listas de fallecidos deseando con una esperanza  absurda no encontrar ése nombre. Porque al final, nunca tuvo más ambición que seguir la estela de la goleta, subir en vapor al bergantín o rizarse en la espuma que precede a la fragata. Tal vez, y sólo tal vez, hubo un momento en cada travesía en el que llegó a pensar que esa vela sería aquella, la acertada, la que le llevaría a puerto.

¿Pero a quién le importa? No fue así, y aún tenemos esa línea infinita que es la única que delimita una frontera azul con aquella más azul todavía, si aún podemos seguir sin tocar fondo largos años gracias al vaivén, a la cuna del tritón que te mata de un modo tan poético.  Donde somos tan inmensos como cabeza de alfiler. 

Si no hay nada al norte ni al sur, ni al este ni al oeste, sólo hacia adentro, donde no se empeñen en decirte cómo eres y qué pretendes hacer sin consultarte, ni los más fieros capitanes atados a sus mástiles astillados podrán llamarte por tu verdadero nombre, y eso, lamentablemente, te hará inmortal.

domingo, 18 de diciembre de 2011

somebody i used to know


Es gracioso, destapar un cascarón duro y pensar que has encontrado algo que casi nadie alcanza a ver, algo auténtico, algo inusual dentro. 

Curiosamente así es, pero dependiendo de la circunstancia hay quien prefiere el cascarón de nuevo, si juegas según las reglas elegidas sí, pero si cambias las normas, lo siento chico, pero para el resto del mundo no soy así.

y si me tratas como a un extraño,
al final no serás más que alguien a quien yo solía conocer.

domingo, 11 de diciembre de 2011

soñadores y realistas

En el mundo hay realistas y soñadores, quizás pensaste que los realistas se encontrarían con otros realistas y los soñadores con otros soñadores, pero realmente suele ocurrir lo contrario.

Lo cierto es que los soñadores necesitan a los realistas para no volar demasiado cerca del sol.

Y bueno, los realistas...., sin los soñadores, puede que nunca llegaran a despegarse del suelo.

- Anónimo.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Rayuela


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.


-Julio Cortázar.

miércoles, 30 de noviembre de 2011


No somos príncipes de cuentos de hadas, no somos héroes, no hemos salido de una novela romántica ni de una historia de las de …y comieron perdices.

No lo dejamos todo por amor, pero aunque no lo parezca, amamos, aunque nadie nos vea, a veces lloramos en silencio o reímos y una descarga eléctrica nos recorre el cuerpo cuando a alguien se le escapa una carcajada sincera, Deseamos paz, alegría, aunque a veces nos movamos en la dirección contraria, aunque a veces tengamos miedo.

No somos témpanos de hielo, sólo hogares ocultos, de los que guardan sus rescoldos para que la intemperie no termine por apagarlos. No tenemos dragones que matar, pero nuestra lucha nunca cesa. Sentimos el tenernos que marchar como el que más, aunque al final nos vayamos, aunque nos llame el cielo abierto y nos perdamos lentamente entre las nubes.

Y a veces nos gustaría poder colgar las alas y descansar, pero esa vida no está hecha para nosotros, aún no, lo que no significa que no ame el suelo y a los que en él habitan. No significa que a veces cueste dormir por las noches porque quizás no fueron suficientes los abrazos y los dedos en la frente, y las manos en las mejillas, y la lengua en la nariz.

Las aves de paso también tenemos sentimientos, aunque para nuestra condición sean lastre, es un lastre que nos recuerda que no dejamos de ser personas.

domingo, 30 de octubre de 2011

Contadores de historias.

Hay muchos tipos de contadores de historias.

Están los que las cuentan a la luz de una lumbre rodeados de amigos, compadres y gente amable en general entre risas y chistes. Como ese contador gaditado que contaba aquello de la princesa india que fué raptada por los jinetes mongoles que traían muy mala leche porque no habían desayunado.

También están los que lo hacen en la cama, contándoselas a sus seres queridos, a sus niños, amantes, compañeros/as, esas historias que solo tienen como objetivo despertar la ternura o la imaginación de esa otra persona.

Están los que las cuentan en gran formato y van a escucharlas, verlas o leerlas miles o millones de personas, los que las narran para sí mismos, para no olvidarlas, los que las usan para cambiar el mundo y los que las necesitan para cambiar ellos mismos.

Hay quien las cuenta con la boca, quien lo hace con las manos y quien usa la piel o la mirada.

Historias fantásticas, reales o imaginarias, terribles, fabulosas, cotidianas o entrañables.

Hay tantos tipos de historias como historias en sí hay, y tantos contadores de historias como matices la paleta de Monet o incluso del loco Van Gogh.

Pero hay un tipo, más común de lo que debería, que desvirtúa a este tan fantástico gremio.
Son aquellos que traspasan la frontera de fantasía, lanzando a sus habitantes a la nada y convirtiéndolos en mentiras.

No cuentan historias bajo ese nombre, sino que las hacen llamar hechos, a pesar de ser tan imaginarias como Hobbes para la madre de Kalvin, como la mayor superproducción de hollywood.

Se erige en defensor de la verdad, se disfraza de amigo y condena a todos los que incumplen las normas que él mismo rompió ladinamente y sin atisbo de vergüenza.

Ese tipo de gente son los triunfadores del milenio, los que consiguen a base de falsas verdades, crear la discordia suficiente como para que todos pierdan excepto él.

Debería darme asco, debería odiarle, debería gritarle a la cara delante de todos cuánto daño ha hecho a base de mentiras.

Pero sólo consigo que me dé pena.

Una persona feliz no necesita ese tipo de argucias, no se preocupa de humillar a nadie por la espalda. Una persona feliz desea que los buenos triunfen y que los malos se vuelvan buenos, y así triunfen también. Eso convierte a ese tipo de gente en una triste imitación de personas buenas, en unos infelices que se visten de sonrisas fingidas. Pobre mentiroso, pobre infeliz. Ojalá se dé cuenta algún dia por sí mismo de que hay otras maneras mejores de vivir.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Mi regalo de cumpleaños.


Quiero que mi abuela se acuerde de mi nombre hoy.
Ser demasiado viejo para tener miedo y demasiado niño para no soñar.
Que crezcan los tulipanes de todas partes.
Dejar de luchar, empezar a fluir.
Saber que está bien.
Poner la mano y que caiga una carcajada en ella, una sincera, limpia.
Decir: No os preocupéis, yo me valgo, vosotros me enseñásteis.
fulminar la insolencia con algún chiste.
Recordar lo mejor de ti.
Quedarme por esta vez, no salir corriendo.
Sentir más.

martes, 23 de agosto de 2011

Aunque todo se tuerza

Aunque todo se tuerza, aunque yo lo estropee o lo hagas tú, aunque no congeniemos, no seamos el uno para el otro, aunque esto no funcione:

Yo confiaré en todo lo que me digas, aunque el mundo diga lo contrario, siempre creeré en tu palabra.

Confiaré en que hagas lo que hagas, no lo hiciste para hacerme daño, que si lo hiciste fué sin intención, sólo una equivocación, porque tú nunca querrías herirme.

Siempre me alegraré de haberte conocido, de que hayas formado parte de mi historia, y querré que lo sigas haciendo de la manera en que pueda ser, en la que los dos nos sintamos bien.

No guardaré esos rencores añejos, pero jamás tiraré esas fotos ni esas cartas.

Me alegraré de usar sin querer expresiones tuyas y sólo podré con mucho esfuerzo reprimir una sonrisa cuando escuche esa canción que me enseñaste.

Si nos separamos y esto no es posible, aunque no sea de esa manera, aún te seguiré queriendo.


martes, 12 de julio de 2011

La vida de la Ephemeridae

La efímera es un insecto que tiene una vida singular, durante un año aproximadamente vive inmersa en el líquido elemento mientras crece y se alimenta en completa soledad. No se puede considerar que exista, sólo es un proyecto de algo que será más adelante, por lo que realmente no vive, sólo sueña con lo que será al salir del agua, sueña con sus alas, con volar, sueña con encontrar a otras efímeras a las que contar todos esos sueños y a las que amar con toda la intensidad que ha acumulado a lo largo de este año de letargo. Sueña, sueña y sueña… constantemente se imagina a sus futuras compañeras, a la efímera de su vida, imagina su vuelo suave, incorrecto pero encantador, sus movimientos inquietos y la mirada sincera de sus ojos compuestos. Imagina, sueña, planea, espera…

Hasta que llega el momento:

Entonces tiene una adolescencia de 28 minutos en los que sale del agua, eclosiona, va hasta una rama cercana y eclosiona de nuevo, unas dos horas de juventud, con cinco minutos en los que conoce a algunos de los mejores amigos que la acompañarán por el resto de su vida, otras amistades que duran apenas segundos y amores despechados de cuartos de hora, cometerá errores y pensará en ellos durante esos interminables diez minutos en los que su vida no tendrá sentido, luego reaccionará y se dará cuenta de que su vida es demasiado corta para dedicarla a pensar en lo que pudo ser, pasará como media hora completa dedicándose sólo a sentirse bien, conociendo a otras efímeras, flirteando con las drogas del estanque y flipándolo con los focos de luz de los campings cercanos, donde otras efímeras de dudosa reputación le propondrán hacer locuras. Luego estará como veinticinco minutos completos intentando asentar su vida, probablemente encuentre a alguien y tenga un feliz matrimonio volador de una hora, un retiro de unos quince minutos mientras contempla el único amanecer de su vida, volando torpemente hacia el mismo estanque en el que nació, para terminar sumergiéndose en sus aguas y morir tranquilamente mientras va dejando sus huevos.

O quizás, para cuando eclosione, la efímera se decepcione al descubrir que el mundo no es como ella lo había soñado, y decide sentarse a esperar que llegue el momento. Pero después de cuatro horas y media que dura la vida de una efímera, cuando llega el amanecer, ya es demasiado tarde para reaccionar.

lunes, 4 de julio de 2011

El Sabor como testimonio de existencia.

A pan, a piel desnuda.

A pequeñas piezas de cuero curtidas por los años. Sabe a arroz blanco.

Sabe a timbre ve voz, a madera negra, a verde. Sabe a verde.

Con un toque de canela, pero como puesto ahí sin previsión, distraídamente.

Porque no es un sabor premeditado, no está preparado así, simplemente sabe.

Como el sabor de las fresas silvestres arrancadas directamente del matorral.

O como el sabor de la cerveza, fría, bien fría. Que te recorre el gaznate como agua de manantial, como esa que salía del canal y que si ponías la mano tenía el tacto del pecho de una sirena, lleno, fresco y húmedo.

Como la sal especiada, o como los pepinillos en la boca en pedazitos pequeños.

Sabe como el papel, pero sólo cuando el poema es bello. Como el número 3, sí, sabe como el número 3.

Podría pasarme horas pensando acerca de cómo sabe, pero no, gracias, prefiero pasarme años saboreándolo.

lunes, 6 de junio de 2011

Un país lleno de Quijotes.

Con una chapa vieja a modo de armadura y un orinal como yelmo. Sin más creencia que la de defender todo lo que es justo y bueno. Sin más compañero que un amigo tan loco como yo, y con todos los molinos alzados al frente, desafiantes e inamovibles.

¿Y qué importa que te llamen loco? ¿Y qué más da que se rían de ti y de tu triste figura?

“No es tiempo de caballeros, señor.” Dicen algunos.

“Creo que he visto un dragón subiendo por esa pared.” Se mofan otros.

Y por mucho que luches, dicen, y por mucho que sueñes, nada va a cambiar, no hay grandes hechiceros ni cónclaves del mal, y no recibirás más que bastonazos en tu historia desubicada.

¿Y qué importa todo aquello, si aún podemos soñar lo imposible? ¿Y qué más da cuántas veces nos tiren del caballo de cartón si aún podemos Luchar por aquello en lo que creemos?

Sin embargo, miras alrededor y te das cuenta de que hay miles de escobas alzadas como lanzas, cientos de yelmos de oro de Mandrino, cientos de miles de corazones que sueñan con su dulcinea particular, con su ínsula de Barataria, con derrotar al fin a los molinos.

La locura se vuelve realidad, y los sueños se realizan, simplemente, porque creímos en ellos.

Y antes de que la fiebre nos lleve, cuando recuperemos la cordura, podremos mirar atrás y decir: Hemos hecho de este mundo un lugar, aunque sólo un poco, mejor.