jueves, 22 de diciembre de 2011
Inmortal
domingo, 18 de diciembre de 2011
somebody i used to know
Es gracioso, destapar un cascarón duro y pensar que has encontrado algo que casi nadie alcanza a ver, algo auténtico, algo inusual dentro.
Curiosamente así es, pero dependiendo de la circunstancia hay quien prefiere el cascarón de nuevo, si juegas según las reglas elegidas sí, pero si cambias las normas, lo siento chico, pero para el resto del mundo no soy así.
y si me tratas como a un extraño,
al final no serás más que alguien a quien yo solía conocer.
domingo, 11 de diciembre de 2011
soñadores y realistas
Lo cierto es que los soñadores necesitan a los realistas para no volar demasiado cerca del sol.
Y bueno, los realistas...., sin los soñadores, puede que nunca llegaran a despegarse del suelo.
- Anónimo.
jueves, 8 de diciembre de 2011
Rayuela
miércoles, 30 de noviembre de 2011
domingo, 30 de octubre de 2011
Contadores de historias.
Están los que las cuentan a la luz de una lumbre rodeados de amigos, compadres y gente amable en general entre risas y chistes. Como ese contador gaditado que contaba aquello de la princesa india que fué raptada por los jinetes mongoles que traían muy mala leche porque no habían desayunado.
También están los que lo hacen en la cama, contándoselas a sus seres queridos, a sus niños, amantes, compañeros/as, esas historias que solo tienen como objetivo despertar la ternura o la imaginación de esa otra persona.
Están los que las cuentan en gran formato y van a escucharlas, verlas o leerlas miles o millones de personas, los que las narran para sí mismos, para no olvidarlas, los que las usan para cambiar el mundo y los que las necesitan para cambiar ellos mismos.
Hay quien las cuenta con la boca, quien lo hace con las manos y quien usa la piel o la mirada.
Historias fantásticas, reales o imaginarias, terribles, fabulosas, cotidianas o entrañables.
Hay tantos tipos de historias como historias en sí hay, y tantos contadores de historias como matices la paleta de Monet o incluso del loco Van Gogh.
Pero hay un tipo, más común de lo que debería, que desvirtúa a este tan fantástico gremio.
Son aquellos que traspasan la frontera de fantasía, lanzando a sus habitantes a la nada y convirtiéndolos en mentiras.
No cuentan historias bajo ese nombre, sino que las hacen llamar hechos, a pesar de ser tan imaginarias como Hobbes para la madre de Kalvin, como la mayor superproducción de hollywood.
Se erige en defensor de la verdad, se disfraza de amigo y condena a todos los que incumplen las normas que él mismo rompió ladinamente y sin atisbo de vergüenza.
Ese tipo de gente son los triunfadores del milenio, los que consiguen a base de falsas verdades, crear la discordia suficiente como para que todos pierdan excepto él.
Debería darme asco, debería odiarle, debería gritarle a la cara delante de todos cuánto daño ha hecho a base de mentiras.
Pero sólo consigo que me dé pena.
Una persona feliz no necesita ese tipo de argucias, no se preocupa de humillar a nadie por la espalda. Una persona feliz desea que los buenos triunfen y que los malos se vuelvan buenos, y así triunfen también. Eso convierte a ese tipo de gente en una triste imitación de personas buenas, en unos infelices que se visten de sonrisas fingidas. Pobre mentiroso, pobre infeliz. Ojalá se dé cuenta algún dia por sí mismo de que hay otras maneras mejores de vivir.
miércoles, 5 de octubre de 2011
Mi regalo de cumpleaños.
martes, 23 de agosto de 2011
Aunque todo se tuerza
Yo confiaré en todo lo que me digas, aunque el mundo diga lo contrario, siempre creeré en tu palabra.
Confiaré en que hagas lo que hagas, no lo hiciste para hacerme daño, que si lo hiciste fué sin intención, sólo una equivocación, porque tú nunca querrías herirme.
Siempre me alegraré de haberte conocido, de que hayas formado parte de mi historia, y querré que lo sigas haciendo de la manera en que pueda ser, en la que los dos nos sintamos bien.
No guardaré esos rencores añejos, pero jamás tiraré esas fotos ni esas cartas.
Me alegraré de usar sin querer expresiones tuyas y sólo podré con mucho esfuerzo reprimir una sonrisa cuando escuche esa canción que me enseñaste.
Si nos separamos y esto no es posible, aunque no sea de esa manera, aún te seguiré queriendo.
martes, 12 de julio de 2011
La vida de la Ephemeridae
La efímera es un insecto que tiene una vida singular, durante un año aproximadamente vive inmersa en el líquido elemento mientras crece y se alimenta en completa soledad. No se puede considerar que exista, sólo es un proyecto de algo que será más adelante, por lo que realmente no vive, sólo sueña con lo que será al salir del agua, sueña con sus alas, con volar, sueña con encontrar a otras efímeras a las que contar todos esos sueños y a las que amar con toda la intensidad que ha acumulado a lo largo de este año de letargo. Sueña, sueña y sueña… constantemente se imagina a sus futuras compañeras, a la efímera de su vida, imagina su vuelo suave, incorrecto pero encantador, sus movimientos inquietos y la mirada sincera de sus ojos compuestos. Imagina, sueña, planea, espera…
Hasta que llega el momento:
Entonces tiene una adolescencia de 28 minutos en los que sale del agua, eclosiona, va hasta una rama cercana y eclosiona de nuevo, unas dos horas de juventud, con cinco minutos en los que conoce a algunos de los mejores amigos que la acompañarán por el resto de su vida, otras amistades que duran apenas segundos y amores despechados de cuartos de hora, cometerá errores y pensará en ellos durante esos interminables diez minutos en los que su vida no tendrá sentido, luego reaccionará y se dará cuenta de que su vida es demasiado corta para dedicarla a pensar en lo que pudo ser, pasará como media hora completa dedicándose sólo a sentirse bien, conociendo a otras efímeras, flirteando con las drogas del estanque y flipándolo con los focos de luz de los campings cercanos, donde otras efímeras de dudosa reputación le propondrán hacer locuras. Luego estará como veinticinco minutos completos intentando asentar su vida, probablemente encuentre a alguien y tenga un feliz matrimonio volador de una hora, un retiro de unos quince minutos mientras contempla el único amanecer de su vida, volando torpemente hacia el mismo estanque en el que nació, para terminar sumergiéndose en sus aguas y morir tranquilamente mientras va dejando sus huevos.
O quizás, para cuando eclosione, la efímera se decepcione al descubrir que el mundo no es como ella lo había soñado, y decide sentarse a esperar que llegue el momento. Pero después de cuatro horas y media que dura la vida de una efímera, cuando llega el amanecer, ya es demasiado tarde para reaccionar.
lunes, 4 de julio de 2011
El Sabor como testimonio de existencia.
A pequeñas piezas de cuero curtidas por los años. Sabe a arroz blanco.
Sabe a timbre ve voz, a madera negra, a verde. Sabe a verde.
Con un toque de canela, pero como puesto ahí sin previsión, distraídamente.
Porque no es un sabor premeditado, no está preparado así, simplemente sabe.
Como el sabor de las fresas silvestres arrancadas directamente del matorral.
O como el sabor de la cerveza, fría, bien fría. Que te recorre el gaznate como agua de manantial, como esa que salía del canal y que si ponías la mano tenía el tacto del pecho de una sirena, lleno, fresco y húmedo.
Como la sal especiada, o como los pepinillos en la boca en pedazitos pequeños.
Sabe como el papel, pero sólo cuando el poema es bello. Como el número 3, sí, sabe como el número 3.
Podría pasarme horas pensando acerca de cómo sabe, pero no, gracias, prefiero pasarme años saboreándolo.
lunes, 6 de junio de 2011
Un país lleno de Quijotes.
Con una chapa vieja a modo de armadura y un orinal como yelmo. Sin más creencia que la de defender todo lo que es justo y bueno. Sin más compañero que un amigo tan loco como yo, y con todos los molinos alzados al frente, desafiantes e inamovibles.
¿Y qué importa que te llamen loco? ¿Y qué más da que se rían de ti y de tu triste figura?
“No es tiempo de caballeros, señor.” Dicen algunos.
“Creo que he visto un dragón subiendo por esa pared.” Se mofan otros.
Y por mucho que luches, dicen, y por mucho que sueñes, nada va a cambiar, no hay grandes hechiceros ni cónclaves del mal, y no recibirás más que bastonazos en tu historia desubicada.
¿Y qué importa todo aquello, si aún podemos soñar lo imposible? ¿Y qué más da cuántas veces nos tiren del caballo de cartón si aún podemos Luchar por aquello en lo que creemos?
Sin embargo, miras alrededor y te das cuenta de que hay miles de escobas alzadas como lanzas, cientos de yelmos de oro de Mandrino, cientos de miles de corazones que sueñan con su dulcinea particular, con su ínsula de Barataria, con derrotar al fin a los molinos.
La locura se vuelve realidad, y los sueños se realizan, simplemente, porque creímos en ellos.
Y antes de que la fiebre nos lleve, cuando recuperemos la cordura, podremos mirar atrás y decir: Hemos hecho de este mundo un lugar, aunque sólo un poco, mejor.