miércoles, 30 de noviembre de 2011


No somos príncipes de cuentos de hadas, no somos héroes, no hemos salido de una novela romántica ni de una historia de las de …y comieron perdices.

No lo dejamos todo por amor, pero aunque no lo parezca, amamos, aunque nadie nos vea, a veces lloramos en silencio o reímos y una descarga eléctrica nos recorre el cuerpo cuando a alguien se le escapa una carcajada sincera, Deseamos paz, alegría, aunque a veces nos movamos en la dirección contraria, aunque a veces tengamos miedo.

No somos témpanos de hielo, sólo hogares ocultos, de los que guardan sus rescoldos para que la intemperie no termine por apagarlos. No tenemos dragones que matar, pero nuestra lucha nunca cesa. Sentimos el tenernos que marchar como el que más, aunque al final nos vayamos, aunque nos llame el cielo abierto y nos perdamos lentamente entre las nubes.

Y a veces nos gustaría poder colgar las alas y descansar, pero esa vida no está hecha para nosotros, aún no, lo que no significa que no ame el suelo y a los que en él habitan. No significa que a veces cueste dormir por las noches porque quizás no fueron suficientes los abrazos y los dedos en la frente, y las manos en las mejillas, y la lengua en la nariz.

Las aves de paso también tenemos sentimientos, aunque para nuestra condición sean lastre, es un lastre que nos recuerda que no dejamos de ser personas.

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