miércoles, 15 de febrero de 2012

¡Silencio!


El armisticio insolente de los que todo lo pueden, la palabra marchita que se deshace en la boca y nos retiene en estado de sitio.

¡Cállate! ¡Silencio!

Nos consolamos con salvar algo a estas alturas, con no perderlo todo, cuando deberíamos hacer arder el parlamento hasta sus cimientos.

¡Dispersaos! ¡Silencio!

Nos convencen de que es nuestra la culpa, y en nuestra culpabilidad construyen un nuevo castillo de naipes herrumbrosos, de aspiraciones dogmáticas con las que ejercer, vampíricos e intocables, su labor de inalterable conducta, de inquebrantable estatismo pendenciero y arrogante. De nada, y sobre la nada, más nada aún que nos pretende insectizar y constreñir.

¡Silencio! ¡Ultraje!

Mamad del hecho voluptuoso de la necesidad, parásitos, algún día, las voces golpearán como fusiles, y entonces, ni vuestro mejor talonario os va a salvar.

Porque la revolución es un derecho y un deber, el 19 de febrero yo estaré en la calle, ¿Dónde estarás tú?

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