viernes, 15 de octubre de 2010

vuelva otro día

Durante las horas que se pasa uno esperando en una cola de secretaría da tiempo a pensar en muchas cosas, hoy he descubierto que mi mochila nueva tiene más de dieciséis bolsillos, que aún no se como abrir tres de ellos y que los guiris que mas sufren la peculiar organización de las universidades españolas son los alemanes. También he tenido tiempo de imaginar el color de ojos de seis personas que llevaban gafas de sol, verme desde fuera esperando y me he visto algo desgarbado, peludo y a mi pesar, muy poco especial con respecto al resto de los que esperamos en la misma cola. Además me ha dado tiempo a formular un teorema matemático que solucionaría el problema de la no existencia de Dios, lamentablemente la cola ha avanzado y lo he olvidado por completo.

Al fin en ventanilla me ha atendido la encantadora Belen Estevan, con sus aires de absoluta indiferencia hacia el género humano, sus uñas perfectamente pintadas y sus exactos 400 gramos de silicona por duplicado.

-¿Para entregar la beca de master?

Y te mira como si fueras vestido de tirolés...

-¿Es para modificación de matrícula?

- No, es para entregar la beca de master de la segunda adjudicación.

- Entonces es para modificación de matrícula.

- Le digo que la matrícula aún no está hecha.

-Eso es en horario de mañana.

-¿Para la entrega de becas de máster es sólo por la mañana?

- Sí, solo de nueve a dos.

- ¿Y se puede saber a qué se dedican de cuatro a seis?

Sin demostrar un ápice de empatía y como si hablara con un niño de seis años que le ha hecho doce veces la misma pregunta, la encantadora Belén Estevan empezó una retaíla de justificaciones de por qué la administración de su facultad tenía el sagrado deber de abrir mañana y tarde pero sólo trabajar durante la primera, seguido de otras tantas excusas totalmente justificables de cómo sus funciones en la secretaría no implicaban estar informada del master, ni asesorar a los estudiantes... etc... etc...

Conforme hablaba, algo extraño le sucedía a su rostro, poco a poco, los labios y los pómulos se extendían para adquirir un tamaño desproporcionado semejantes a neumáticos de camión, igualmente ocurría con su camisa, que cada vez estaba más apretada debido a las dos protuberancias que se hinchaban bajo ella.

Ella seguía hablando y parecía no darse cuenta, sin embargo la situación empezó a ser preocupante cuando un botón saltó y salió disparado rozándome el cuero cabelludo. La expansión siguió de manera monstruosa hasta que una teta ocupó toda la ventanilla y amenazó con inundar toda la sala mientras la funcionaria hablaba. Todo siguió aparentemente hacia el desastre cuando la chica que estaba segunda en la cola, tan perpleja como yo, alargó la mano y la punta de su lapicero tocó la superficie crítica en expansión, que con un estallido desapareció de la vista dejando sólo un olor rancio a maquillaje. Al menos la funcionaria se había callado.

- Gracias.
Comenté en voz alta a la oportuna compañera.

- De nada.
Dijo Belén Estevan, de nuevo allí, con su apariencia habitual y sin hinchazón aparente.

- Volveré otro día.

Y recogiendo mis papeles, me alejé por el pasillo con una leve sonrisa maliciosa.

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